Burnout y cultura capitalista
¿Qué es el burnout?
El burnout o síndrome de burnout es un estado de agotamiento emocional, mental y físico que puede ser causado por el estrés crónico en el lugar de trabajo o en lo que se deriva de realizar el propio trabajo. Se caracteriza por la pérdida de interés en el trabajo que se desempeña, la falta de energía y la disminución del rendimiento laboral.
¿Cuál es el contexto en el que se desarrolla el burnout?
En una sociedad y cultura capitalista como en la que vivimos, se nos dice que nuestro mayor propósito y significado proviene de nuestra capacidad de trabajo y de generar dinero. Cuanto más dinero generamos, más grande es nuestro "propósito" percibido.
Este es el motivo por el cual las carreras centradas en la comunidad como Enfermería, la Educación o Enseñanza, el Trabajo Social, etc, son sumamente poco valoradas y mal pagadas.
El objetivo de la cultura capitalista en este sentido es el de que perdamos nuestra humanidad hasta el grado en el que solamente seamos capaces de consumir y producir, sin plantearnos muchas más aspiraciones en la vida, ni por supuesto, podamos trabajar la empatía o seamos capaces de co-regularnos con las personas a nuestro alrededor.
Muchas personas han reducido casi en su totalidad la propia experiencia vital a trabajar día tras día y evadirse de diferentes formas en su tiempo libre, llevándoles a un sentimiento de que nada importa a no ser que contribuya en algo a su capacidad de consumir o producir. O bien dejando de lado cualquier experiencia que no les lleve a parecer exitosos ante el mundo y olvidándose de marcar límites adecuados para su salud. Por ejemplo, en la manera de pensar muchas veces generalizada en que una relación no cuenta si esa persona no se convierte en tu pareja para siempre, o que una experiencia saludable no es válida si no te sana o cura del todo. Perdemos de vista el disfrute de la experiencia en sí y de poder vivirla, si no está anclada a un sentimiento de "conseguir" o "lograr" algo.
Convertimos las relaciones en transaccionales, viéndolas desde un lugar en el que preguntarnos "¿Qué puedes hacer tú por mí?" o dirigirnos hacia el famoso dicho "O aportas, o apartas", que nos lleva a una manera de relacionarnos totalmente desarraigada de lo que significa la verdadera experiencia de relacionarse con otros seres humanos profundos y complejos.
Acabamos teniendo un sentido de competitividad y competencia tremendo en el que nos vamos midiendo por los estándares que la propia cultura capitalista nos ha impuesto, pretendiendo llegar a todo y hacerlo siempre "más y mejor que el otro", dejamos a un lado la capacidad de colaboración para poder sentir que nos valemos por nosotros mismos, que alcanzamos la ansiada "independencia" (la cual no es real), y para asegurarnos de que luchamos por nosotros mismos para defendernos de los posibles ataques externos (cosa que en ocasiones sí es muy real).
Se van perdiendo los espacios seguros y los anhelamos más precisamente porque los tenemos conquistados de esta cultura capitalista e individualista. Poco a poco se van perdiendo las redes sociales reales (aparte de las virtuales), y esto está totalmente conectado con la familia nuclear cada vez más pequeña, con el hecho de haber pasado a vivir del ambiente rural a las grandes ciudades y no poder estar cerca las diferentes generaciones dentro de la misma familia. La mayoría de nosotros ya no vivimos en familias extensas donde se podía contar con los abuelos para ayudar en el cuidado de los nietos o donde al menos, se les tenía cerca. Y obviamente esa red de apoyo nos falta, porque no la suplen la guardería o escuela infantil ni las ayudas sociales, seguimos necesitando más apoyo para poder criar y desarrollarnos plenamente.
Cada vez somos más los que vivimos en pareja, con compañeros de piso o solos sin hijos, pero no contamos con una red verdaderamente sostenedora y contenedora de lo que nos pueda ocurrir en la vida (tanto positivo como negativo). A esto se acompaña el establecer relaciones o amistades en ocasiones desde un clasismo un tanto invisible, ya que la riqueza tradicionalmente va pasando de generación en generación de forma privada dentro de las familias. Es el mismo clasismo que perpetúa esa forma de relacionarse totalmente transaccional, cuando pensamos de la siguiente manera: "¿es esta persona una amenaza para mí o una ayuda?" y basamos nuestra relación con ella en la posible respuesta a esta pregunta, bien sea porque la ayuda que podamos recibir de ella pueda ser económica, en forma de apoyo puntual o información que nos pueda servir en el momento actual o posible futuro.
¿Cuáles pueden ser las soluciones al burnout?
Como vemos, el sufrir síndrome de burnout viene dado por un proceso que tiene muchas capas y diferentes factores que contribuyen a su origen:
Para empezar, el factor sistémico de la sociedad y cultura capitalista en la que vivimos que siempre nos empuja a producir y consumir más, muchas veces a costa de la propia salud o necesidad de descanso de la persona trabajadora; esto se ve acentuado en las empresas que no proveen de suficiente descanso, horarios rotativos, puestos mal pagados, etc.
Por otro lado, está el impedimento o la poca conciliación en situaciones de vulnerabilidad como puede ser un proceso de embarazo, parto y postparto, en los que lo ideal sería que la diada madre-bebé pudiese disfrutar al menos de un año entero de permiso por maternidad, ya que todos los estudios realizados determinan que ese es el tiempo mínimo necesario para la vinculación adecuada y el óptimo desarrollo del bebé. Habitualmente se pasa por alto la ciclicidad de la mujer y no se la tiene en cuenta en el ámbito laboral.
Procesos como enfermedades físicas o psicológicas también deberían ser tenidos en cuenta y tratados por especialistas en la sanidad pública, para poder dotar de recursos, herramientas y la ayuda necesaria a las personas que sufren estos procesos de forma vulnerable. Para ello es vital contar con unos mecanismos de prevención y detección en el entorno laboral que nos puedan ayudar a detectar estos casos y dotar de mayores y mejores herramientas a quienes lo necesiten.
Además de todo ello, incluir una visión holística e integradora en cada proceso particular. Permitir que las personas puedan tener lugares seguros a los que acudir en el trabajo para realizar sus peticiones o quejas y que éstas sean realmente escuchadas y tenidas en cuenta para mejorar las condiciones de las personas trabajadoras. Incluir la correlación cuerpo-mente y la comprensión del sistema nervioso y de cómo éste actúa colapsando mente, cuerpo y emociones cuando alguien realmente llega a su límite y no puede más. Y ofrecer recursos o terapias de forma pública para poder tratar este síndrome cada vez más común entre nosotros.
Permitámonos ser humanos que tienen una vida plena, que disfrutan plenamente de sus experiencias, por muy breves o largas que éstas sean, desde ese lugar de ser absolutamente humano que no puede ser categorizado o patologizado todo el tiempo y bajo toda circunstancia.
Démonos un espacio de reflexión para poder vivir más despacio, disfrutar del privilegio de poder aburrirse a veces, de bajar el ritmo y volver a conectar con nuestra existencia como animales racionales que somos en esta Tierra. La vuelta a la raíz para hallar bienestar en esta sociedad que hemos creado es urgente.
Recuerda que si crees que puedes estar experimentando burnout, es importante que busques ayuda y apoyo, porque no es algo pasajero ni se va a ir por sí solo.
Artículo escrito por Lara Monclús