La empatía sincroniza los cerebros y los cuerpos
Un reciente estudio realizado en la Universidad de Helsinki muestra que cuando hablamos expresando nuestras emociones, los cerebros del que habla y del que escucha se sincronizan, y ocurre lo mismo con sus corazones.
La actividad de las áreas cerebrales involucradas en la atención y la audición tienden a simular las actividades de las mismas zonas en el cerebro de la otra persona. Ocurre lo mismo con las áreas somatosensoriales y motoras, es decir, con aquellas que están involucradas en procesar cómo se encuentra nuestro cuerpo.
De esta manera, la empatía adquiere un nuevo significado al establecerse como un principio neuronal además de una habilidad social o una fortaleza, lo cual determinaría que todos los seres humanos sanos seríamos capaces de sentir empatía en mayor o menor grado.
¿Qué ocurre con las emociones que experimentamos durante la conversación con el otro?
Efectivamente, si durante la conversación con el otro, éste nos expresa su estrés, ansiedad, malestar o negatividad, nosotros también nos estaremos contagiando de esas sensaciones y emociones. Por el mismo motivo, si esa persona nos hablase desde su alegría, sensación de bienestar o de éxito, podremos sentir ese tipo de emociones al interactuar con ella de forma más fácil.
Muchos estudios avalan la compañía de personas que nos enriquecen como fuente de bienestar continuada. Las partes del cerebro implicadas en las relaciones sociales son también las que se encargan de la propia personalidad, por lo que este estudio demostraría una vez más, lo que tanto se menciona en el campo de la psicología y las ciencias sociales: que no podemos ser completamente nosotros mismos sin los demás. Necesitamos de esa interacción para poder sentir, evolucionar y aprender como seres humanos.
¿Qué implicaciones tendría esto en la socialización y la educación tempranas?
Las implicaciones de este descubrimiento son enormes, ya que sabiendo que esto es así, resulta más fácil entender el proceso de co-regulación, sobre todo en el caso de la relación niño-adulto, en el que tantas veces hemos observado los profesionales de la educación cómo influye que el adulto se sienta estresado, ansioso o con cierto grado de malestar de forma continuada en el tiempo en la formación del carácter y personalidad del pequeño, sobre todo si el adulto en cuestión es su padre, madre o figura de referencia, pero también si se trata de un maestro con el cual el niño o niña tiene confianza o un vínculo seguro o bien pasa muchas horas al día en su compañía.
No podemos pretender que otras personas (y especialmente los niños a nuestro cargo) actúen o se sientan de una forma diferente a la nuestra si nosotros estamos emitiendo determinadas emociones durante la mayor parte de tiempo que compartimos con ellos. Por esto, es importante incentivar la alegría, la curiosidad por aprender, los períodos de actividad y de relajación sanos, siendo primero nosotros el ejemplo que deseamos ver en los demás.
*Referencia científica: Emotions amplify speaker-listener neutral alignment. Human Brain Mapping.
Artículo escrito por Lara Monclús