La vulnerabilidad como medio de transformación
¿Qué es la vulnerabilidad?
La vulnerabilidad es, entre otros términos, la cualidad de ser vulnerable. El concepto puede aplicarse a una persona o a un grupo social según su capacidad para prevenir, resistir y sobreponerse de un impacto o acontecimiento.
Conectarse con otro ser humano, pues, desde la vulnerabilidad, implica la posibilidad de ser herido o encontrarse en un espacio no seguro, bien sea a nivel físico, mental, emocional o espiritual. Si bien nos podemos encontrar con personas especialmente vulnerables debido a que padecen algún tipo de enfermedad física o mental, también podemos encontrarnos con personas vulnerables debido a la precariedad laboral o económica, a la falta de mecanismos sociales y estatales de protección o a múltiples causas.
Pero la vulnerabilidad de la que deseo escribir en este artículo, es esa que es intrínseca a todos nosotros, la vulnerabilidad emocional que nos puede llevar a aferrarnos a objetos o vínculos y relaciones que no son sanos o buenos para nuestro bienestar, y que a su vez es la misma que nos permite conectar, pedir ayuda cuando la necesitamos y colaborar en comunidad.
La vulnerabilidad emocional
Abrir el corazón implica arriesgarse en muchas ocasiones, especialmente cuando del otro lado no percibimos esa sensación de seguridad con la otra persona o espacio, y por tanto, o bien no nos atrevemos a abrirnos, o bien necesitamos crear esa seguridad en nuestro propio sistema nervioso para poder sostener ese alto voltaje de energía que se siente cuando estamos en contacto con nuestra vulnerabilidad, autenticidad y deseo. Necesitamos realizar un entrenamiento cuando esto no nos resulta fácil, desarrollar músculo, resiliencia y capacidad interna para estar con todo ello.
La vulnerabilidad sin sensación sentida de seguridad se vuelve aterradora, y como en muchas ocasiones no abundan los espacios seguros, tendemos a acorazarnos en nuestros cuerpos, los contraemos y cerramos de forma inconsciente desde nuestro miedo a ser vistos o dañados, y nos comparamos, demandamos al otro, nos quejamos constantemente.
Por eso, cuando el cuerpo se abre y la energía circula a través de nosotros; cuando el sistema nervioso siente seguridad suficiente y nuestro cuerpo y mente son capaces de regularse y sentirse seguros realmente, somos capaces de abarcar mucho más, de conectar mejor con el otro, de escuchar con total atención lo que el otro me intenta y me quiere decir o expresar. Somos capaces de abrirnos no solo para compartir lo que llevamos dentro desde nuestra autenticidad, si no también de recibir mejor lo que la persona que tenemos enfrente, al lado, al teléfono o a través de la pantalla nos está queriendo transmitir. Escuchamos no solo con los oídos, si no con todo nuestro cuerpo, mente y alma, con todo nuestro ser. Y se siente bien, se siente fluido y fácil, no cuesta tanto, no se necesita tanto esfuerzo ni inversión de energía vital, porque ya no tenemos a esa energía ocupada en tratar de defendernos, de protegernos o de pensar en lo siguiente que vamos a decir o la réplica que le vamos a dar a la otra persona. Se siente en libertad.
¿Cómo aumentar nuestra capacidad de sentir seguridad en nuestra vulnerabilidad?
Para ello, necesitamos bajar al cuerpo, al sentir. Estas preguntas pueden ayudarte a ello:
- ¿Dónde siento la emoción que estoy sintiendo? ¿En qué parte de mi cuerpo la noto más presente? (Sea la que sea, también puede ir acompañado de culpa o vergüenza, y está bien).
- ¿Qué forma, color, temperatura o textura siento o visualizo al conectar con esa parte de mi cuerpo?
- ¿Qué me pide el cuerpo (no mi mente) que haga con ello? ¿Puedo ejercer una acción? ¿Respirar en ella, hacer como si la lanzara afuera, bailarla o danzarla, moverla de alguna manera?
- Después de realizar la acción que me pide el cuerpo (intento hacer una acción, por pequeña que sea, pero hago algo con ella), ¿cómo me siento ahora? ¿Ha aumentado o disminuido en intensidad? ¿Sigo sintiéndola en la misma parte del cuerpo o ahora la siento en otro lugar? ¿Puedo sostenerla mejor en ese nuevo lugar si se ha movido o ha disminuido? ¿Se me hace más llevadero así? Si no es así, repito hasta que se alivie un poco. Si aumenta, la dejo estar y no continúo con la práctica. Lo intento en otro momento en que me sienta más preparada para sostenerla. Me dejo en paz.
Nos sostenemos siempre al realizar esta práctica, y si nos resulta muy retador nos podemos acompañar de otra persona, bien sea un terapeuta, un amigo, una pareja o familiar, etc para que nos ayude a sostener, no para que intervenga.
Se trata de un ejercicio muy sencillo que puede ayudarnos a bajar al cuerpo y dejar que nuestra mente descanse un poco tratando de solucionarlo todo, porque la mente siempre está orientada a solucionar problemas y no queremos eso ahora; y puede servir tanto para conectar con tu sentir y tu vulnerabilidad en soledad o en compañía como para observar, reconocer y liberar las emociones que te estén resultando intensas o difíciles de llevar.
Por supuesto, este ejercicio no sustituye una terapia en caso de ser necesaria, pero sí nos puede ayudar a estar más presentes y más en contacto con nuestras sensaciones y emociones sentidas en el cuerpo.
La vulnerabilidad como medio para la alquimia emocional y somática
Es a través de la vulnerabilidad que podemos transformar nuestro interior y realizar eso que en muchos lugares nombran como Alquimia, desde la antigüedad. Es un conocimiento y una sabiduría que ha existido desde hace cientos de años y que hoy en día tenemos un poco olvidado, pero que sin duda necesitamos recuperar.
Esto también es inteligencia emocional y biológica, ya que nuestro cuerpo, nuestra biología (desde el sistema nervioso, al endocrino, inmunológico, reproductor, los intestinos, etc) y nuestra mente y emociones tienen muchas más relaciones entre sí e intercambian mucha más información de la que podemos imaginar, todo ello encaminado a un fin último: mantenernos con vida.
Es por esto que en muchas ocasiones la vulnerabilidad se siente como debilidad, cuando en realidad no tienen nada que ver la una con la otra. Simplemente se trata de los diferentes sistemas de nuestro cuerpo bajando sus defensas, relajándose y dejando que contactemos con quienes somos realmente, más allá del modo supervivencia.
Por tanto, esto no se puede forzar ni va a ocurrir simplemente con repetirnos frases como "aquí me siento segura" o "estoy seguro, este es un espacio seguro" si estas frases no van acompañadas realmente de una sensación sentida de seguridad en todo nuestro cuerpo y sus diferentes sistemas.
Artículo escrito por Lara Monclús